En el umbral del adiós sucumbo,
presa del aterrador sonido,
que inminente ha de explotar en tus labios
arrollando mi calma,
seduciendo al olvido.
Y mientras desangro por dentro,
a la espera del desastre,
miro tus ojos apresurados que vierten certeza.
Aún así ruego que se deshaga el intento,
que en susurro lo ahogue el viento,
que el cielo escriba para mí
un nuevo destino.
No escucho sino el agitar del silencio,
acarreando tortuoso al estruendo
verdugo que marca el fin del ensueño.