jueves, octubre 09, 2008

El Ultimo Respiro


Ví tu rostro quejumbroso perecer con la tarde,
y al arribo de la noche, el despertar de tu silencio,
pues de tu rostro, aún húmedo de lágrimas,
despojaste los gemidos,
esos que te desgarraban las entrañas.
Ese palpitar abatido,
ahora enfrenta una noche auspiciosa,
que te invita a volar al oscuro firmamento,
exaltando su profundidad,
liberando tu angustia.
Volcaste el sufrimiento en su regazo,
y se iluminó el universo de una magia ignota,
fascinante a toda mirada.
Pude respirar ese consuelo,
que me llegaba en el susurro de la nocturna brisa.
Pero todo duró un segundo,
y la visión ya desvanecida,
me devolvió mi realidad dolorosa,
¡Quise que fuera real, tanto quise!,
pero no logré convencer a mi alma
ni apartarla del infierno en la que estaba sometida.
El amargo llanto, ya traía sus mejillas sumergidas
y ahogaba su piel, retorcida de lamentos.
Se escapó la gloria de mis ojos,
y mi boca tragó el lodo más amargo,
que envenenó mi vida,
y le arrebató, por fin,
el último respiro.

miércoles, octubre 08, 2008

Mustio momento, Mortal Pesadilla

Atrapada por lúgubres pantanos, desespero,
entre pisadas frenéticas que se hunden sin clemencia,
agotada, renuncio por instantes severos,
y el silencio macabro me devora los intentos,
y llueve sangrienta la herida profunda,
que se desborda en gemidos de boca rasgada;
me ahoga el desamparo en este mustio momento,
y arrojo al viento un alarido feroz,
una explosión de invierno que congele el sufrimiento;
mi latido se consume y sucumbo a la mortal pesadilla;
alzo los ojos, y sobre mí se abre un negro agujero,
que arroja un remolino de sombras
que me penetra hasta las entrañas,
arrancándome el postrero respiro;
y elevo una súplica junto a mi alma derrotada,
que se pierde en tus negras alas centinelas,
y me transformo en oscuro espectro
para desfilar en procesión eterna por el tiempo.

domingo, octubre 05, 2008

Requiem por mi sueño


Revuelta entre las olas, en horas vespertinas,
se encuentra la utopía ahogándose entre espuma,
intenso es su gemido, como danza marina,
clamor desesperado que dirige a la luna.

Serena a su reclamo, testigo de su muerte,
entona la nocturna, el réquiem por mi sueño,
la culpa la corroe, por cómplice silente,
eterna se lamenta, redimirse es su empeño.

El océano altivo la anima en movimiento,
y me ofrece disculpas por natural proceder.
Por una se estremece, por otra sin lamento,
se acierta claramente su profundo parecer.

El cielo platinado anida mi consuelo
y en él se sobrecoge mi alma desvalida,
que alberga en el silencio su doloroso duelo
y espera como siempre en sus brazos salida.