Agrediste al suspiro y envejeció el silencio,
artilugio despiadado de paso polvoriento.
Has herido mis rincones de entrañadas soledades,
liberando sus clamores, reviviendo sus crueldades.
Se nublaron mis pisadas, sucumbiendo a tus cenizas
y mi alma se hizo trizas con lacónica estocada.
La piel se hizo lluvia tardía;
fruto marchito mi lengua.
Me extravié, anochecía,
he perdido ya mi senda.