Aquí me tienes nuevamente, dulce niña;
he presenciado tu caída
y te he recogido entre mis brazos oscuros y fríos.
Sí, en el ocaso te encontré
y te robé la noche que anhelabas,
la reemplacé con penumbra y oscuridad completa.
Ahora quédate que tus miedos me fortalecen
y yo te ofrezco mares de lágrimas,
tristeza y nostalgia.
Quédate que la desesperanza es mi lema
y mi consecuencia la agonía.
No intentes huir,
sólo descansa en mis brazos.
Conmigo estás segura, inerte, vacía...
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