
Es tarde, el alba se aproxima.
Debo preparar con urgencia mi huida.
Recojo serenidad, frescura y melancolía,
que añora robarme, con rapidez el día.
Me llevo mis tesoros celestiales
y con ello la amenaza de tus males.
No quiero, día, tu frenético respiro
ni mi alma verla presa de un agónico suspiro.
No quiero que me agobie tu luminosidad,
prefiero que me bese la dulce oscuridad
Aunque bella es tu presencia,
yo lo pude comprobar,
tu crueldad es más inmensa
y por eso he de escapar.