sábado, enero 07, 2006

Aquel último regalo


Me coronaste reina de tu imperio
y celebramos juntos la construcción
de nuestra fortaleza,
hermosamente almenada.

Me vestiste de plata
y me regalaste el cetro
de la más bella constelación
en la majestad de tu cielo nocturno.

En tu océano inmenso
me nombraste paz y majestad,
y tus aguas transitaron libres,
colmadas de plenitud.

Me adornaste con perlas y diamantes
y fui tu tesoro más preciado,
aquel que, escondido,
por mucho tiempo había sido buscado.

Me regalaste títulos sublimes,
¿cómo podría imaginar
aquel último regalo?
Un sigiloso cruel adiós,
que hirió de muerte mi alma,
con la herida silenciosa de tu ausencia,
y el eco desesperado de mi voz,
nombrándote,
se ahogó con mi propio llanto y tu lejanía,
en la inmensidad de aquel silencio.

No hay comentarios.: