Sentí tu caricia desnuda
derramarse en mi desvelo
y tu silente regazo
dedicándome consuelo.
Mariposa taciturna,
que me habitas la mirada:
Ya no quiero más tortura
sólo condena agotada.
Vuelve pronto, venturosa,
golondrina sempiterna,
que el aroma de tu rosa
ha de ser mi fiel linterna.
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