Son tus ojos el umbral del retorno perpetuo,
la odisea del conjuro que se vuelve destello,
lámpara que devela el misterio.
Es tu piel la sinfonía del secreto que devora la distancia
el tic tac de un tiempo en frecuencia ignota,
una vida latiendo en un inmenso ahora.
Horizonte sin memoria son tus labios,
que procuran diáfanos silencios sobre edades extraviadas
y vierten cicatrices triunfantes.
Te retrato en la locura,
en la intensidad de besos que devoran soledades,
ésos que trajiste con tu llegada.
Te oigo en el aleteo de campanas
congregando a los guardianes del crepúsculo,
testigos de esta encrucijada.
Y te admiro en el fascinante cautiverio
de tu mirada infinita,
de tu piel luminosa,
de tus labios de fuego,
que relatan la huida de mi tortura, la fuente de mi deseo
que sobre rieles de plumas precipita a nuevos suelos.
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