miércoles, febrero 08, 2006

La torre


Entre lágrimas de desesperación
pude imaginar una torre implacable,
bañada en tinieblas,
asolada por oscuros espectros
que festinaban alrededor,
que intimidaban cualquier
intento de invasión.

Lamentos, gemidos de dolor
abarcaban cada grieta entre ladrillos
traspasando a su interior,
donde inerte yacía una doncella blanquecina,
presa del letargo,
del dolor, de la angustia y la soledad,
sometida a tortura eterna,
presa del desconsuelo inmortal.

Entumecida temía emitir sonido,
incluso movimiento alguno;
el hielo calaba sus huesos
hasta casi congelarlos.

De vez en cuando,
elevaba sus ojos,
que se encontraban con un trozo de cielo
en la cúpula de la vil mazmorra,
un trozo de vida
que la liberaba del yugo de la cruel condena.

Peregrinaba al exterior,
hacia aquel sempiterno firmamento,
que la hacía visitar mundos mágicos
en donde encontraba libertad.

De pronto, desperté y me vi
encogida y desnuda,
presa de un infierno,
rodeada de muros y bombardeada de lamentos.
Miré al cielo y allí estaba,
el único escape...¿Qué sucedía?

Con estupor me reconocí...
Era yo la doncella blanquecina,
cumpliendo condena eterna.
Y más me sorprendo
al descubrir que sigo siéndolo...
¿cuánto tiempo ha de durar?

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